jueves, 31 de mayo de 2012

I want to vanish...

Cloc.

Un ruido sordo en una escala diminuta. El golpe suicida de una lágrima chocando contra una hoja de papel. La exhalación de impotencia que acompaña siempre a la falta de respiración. La angustia en el pecho del estallido que se compunge y metamorfosea en diamantes de sal.

Cloc.

Nunca encontré utilidad a la expresión esa que usan los de corazones acolchados y estoicos. Ese ''¿qué te pasa?'' con tono acuciante e incomprensión en sus ojos. Qué pasa. ¿Qué le pasa a alguien que llora? Qué clase de huracán asola su alma.

Cloc.

No lo sé. No ves que no sé por qué lloro. Que no entiendo nada. Que no me entiendo, ni pretendo que tú lo hagas. Que lloro porque se compungen en mi alma tropecientos mil sentimientos. Las mariposas suicidas que se aburren esperando a morir de nuevo en mi estómago vacío. La añoranza a todo aquello que jamás ha sucedido. La monotonía de un ritmo que no puedo seguir. Mi esfuerzo envalentonado que se da de bruces contra el suelo. La soledad, a fin de cuentas. Siempre la misma canción. Porque todos los que vienen se acaban yendo. Porque todas las personas que consiguen hacerme feliz se acaban marchando. Y porque siempre que se van, lo hacen sin la consciencia de llevarse nada mío, y yo aquí sabiendo que se lo llevan todo.



Son como aquellas golondrinas de Bécquer. Pero esos que se llevan mi alma con todas las sonrisas que me sacaron, son las que no volverán.

lunes, 21 de mayo de 2012

Turn me on.

Necesito un héroe. Que me salve y que me saque de aquí. De este pozo de mentiras y soledad al que me arrojé en un absurdo intento de valentía. En un arrebato de orgullo en un 'yo' cara a cara contra el mundo que no funcionó. Siento que todo me sobrepasa y necesito un héroe, alguien como tú. Puedes ayudarme, venga, sé que puedes hacerlo. Sálvame, por favor...

Cada vez que te siento cerca tengo que reprimir el impulso de saltar a tus brazos, de arrojarme a ti para no soltarte. De gritarte que me quieras. Que me quieras, ni mucho, ni poco, como sepas hacerlo. De aullar al viento que te quiero conmigo y que no puedo decírtelo. Que no puedo porque tengo miedo. Miedo de todo con lo que no puedo, de tus ojos fríos y de tu olor dulce. De no poder soltarte si vuelves a abrazarme, de no poder dejar que te vayas si te acercas demasiado. No me dejes morir. Por favor, no me dejes aquí. No me dejes así. No seas tan frío. Mírame. Mírame y dime que tú también quieres hacerlo, dime que tú también quieres quedarte conmigo... Sé que puedes salvarme y hacerme sentir viva. Dime que es lo que quieres...

Enciende el maldito botón y devuélveme a la vida. Déjame ser egoísta y pedir que me rescates. Bésame, enciéndeme, abrázame. Hazme sentir viva. Quiéreme, cuídame, déjame no ser fuerte. Déjame desvanecerme en un beso. En una caricia. En un suspiro. Me tienes en la palma de tus manos, por favor, haz algo. No me dejes aquí. Sé que puedes salvarme.




Sálvame. Creo que esta vez no podré hacerlo yo sola. Por favor, sé mi héroe. Aunque sea solo por esta vez, ven aquí y sálvame. Creo que te necesito.

sábado, 19 de mayo de 2012

That boy is a monster.

Resuenan mis estúpidos tacones que no sirven para nada más que para hacerme daño mientras vuelvo a casa sola. No es una mala noche, pero es una noche sin luna. Estoy cansada. No quiero seguir por ahí con todo esto encima. Quiero dormir. Quiero huir. Quiero desvanecerme.

Se unen al eco de mis zapatos otras pisadas. No quiero volverme, pero sé de sobra que hay alguien. Huele dulce. Acelero el paso y dejo de oírlo. Pero al doblar la esquina lo encuentro justo delante de mí. Puedo ver sus ojos diabólicos incluso en esta noche sin luna. Un resplandor maligno que se proyecta directamente en los míos. Y aún así no tengo miedo. Debe ser la anestesia del olor a perfume.

Se acerca y yo no puedo moverme. Me rodea con sus brazos y yo no puedo salir corriendo. Se acerca mucho y el olor dulce se cuela por cada resquicio de mi ser. Este chico es un monstruo. Y no puedo huir. No puedo.

Me lleva de vuelta al antro de luces intermitentes y olor a humedad. Con música asfixiante y demasiada gente como para fijarse en nosotros. No puedo gritar. No sabe a nada. Es un beso vacío. No sabe absolutamente a nada. No se parece a nada que haya probado antes. Yo solo quería bailar. Es un monstruo y va a acabar conmigo. Y lo sé y aún así no puedo liberarme de este beso de aire y maldad sin sabor. Intentando descifrar algo en sus ojos endiablados. Vacío y maldad.




Cuando desperté se había comido mi corazón. Y mi cerebro.


He ate my heart, he a-a-ate my heart.

lunes, 14 de mayo de 2012

Bang, bang.

Decir que estuve enamorado de ella desde siempre sonaría un tanto pretencioso pero creo que se ceñiría de un modo más justo a la realidad, y es que, por mucho que doliera a veces, siempre estábamos juntos. Desde que éramos unos enanos que jugaban en el jardín de atrás, con palos haciendo de caballos y disparándonos con el dedo índice y el pulgar.

Seguimos juntos en el colegio y en el instituto, pasamos noches infinitas de verano contando las estrellas, siempre estábamos juntos pero nunca lo estábamos del todo. Ella era especial, no en el sentido que usan los enamorados para hablar de sus damas, ella era mucho más especial que todo eso. Y yo..., bueno, yo siempre fui un niño triste y reservado. Cuando venía a buscarme por las tardes yo siempre tenía un libro en la mano. No sé cuántas veces pudo romperme las gafas... Recuerdo un verano en el que mi madre, ya cansada llevar tantas veces las gafas a reparar, me dijo que hasta que no se acabara agosto no las arreglaríamos. Estuve todas las vacaciones con un trozo de celofán sujetando la maltratada montura de mis gafas... ella se reía a cada minuto.

Supongo que todo el mundo daba por sentado que acabaríamos juntos, que somos esa clase de persona que se complementan, bueno, yo siempre fui demasiado trágico e histriónico como para aceptar esa clase de comentarios. Ella era alguien especial y siendo solo un chaval con pinta de pardillo y flequillo ladeado ya supe que yo jamás podría hacerla feliz, que yo siempre sería esa especie de solitario que parece que amarga todo cuanto le rodea, así que, como podéis imaginar, me rompió el corazón -si no suena demasiado egoísta decirlo de ese modo- el día en que me besó por primera vez. Me alejé de ella y salí corriendo. Ignoro si alguna vez supo que si salí corriendo no fue porque no me gustara sino porque la otra opción era abalanzarme sobre ella en aquel mismo instante.




Salí corriendo porque no soportaba la idea de que fuese mía. De robársela al mundo. Se casó, creo. Tuvo críos. Me gusta pensar que fue feliz, que tuvo más de lo que yo hubiera podido darla.

Otras veces sueño que me grita. Siempre dice lo mismo. 'Yo no quería todas esas cosas. Yo solo te quería a ti'...
Y se me parte el alma en cada suspiro.

domingo, 13 de mayo de 2012

Reichenbach rise.

La vida sigue. Es lo único que merece la pena aprender, y a mí aún me está costando. Tres años desde que se fue, desde que saltó de esa estúpida azotea. Tres años siendo incapaz de perdonarme las dudas. Tres años solo. Más solo aún que antes de la guerra. Mucho más... Sentado en este estúpido sofá, mirando al infinito como hacía él. Imaginándole abstraído con su mirada instrospectiva. Tres años gritando en sueños las cosas que nunca le dije a la cara. Resurgiendo de mis pesadillas con vapores de sudor frío. Hálitos de vida que se fugaron por la ventana de esta casa antigua de Londres.
No vas a volver. No va a volver. Se ha ido para siempre. Dan igual mis deseos, han sido los peores años de mi vida, y sé que no tienen arreglo. Cuando no tienes nada y te aferras a una única esperanza... ¿qué pasa cuando esa esperanza salta al vacío? Vacío como alegoría de mi alma. Viviendo del aire que respiró en esta casa antes de irse. Viviendo del dolor que alimenta mi esencia. Viviendo del corazón que tal vez siga latiendo porque ya no era mío.
La vida sigue. Es lo único memorable que te enseña. Y lo peor de todo es que no hay explicaciones. Sólo polvo en el viento.





Y entonces volvió. De pronto. Tres años después cruzó el umbral de aquella puerta. Una vez leí en alguna parte que nunca se te olvida la cara de la persona que era tu última esperanza. Y sí, no pude más que desmayarme. Porque estaba vivo. Él estaba vivo, y bueno, había vuelto.

-Tampoco fue fácil para mí, John...